8.10.08

LA SOCIEDAD INVISIBLE


Daniel Innerarity.


Daniel Innerarity es bilbaíno, profesor de filosofía en la Universidad de Zaragoza y además del premio Espasa de Ensayo obtuvo en 2002 el Premio Nacional de Ensayo con La transformación de la política, que habría tenido su continuación o mejor, su remate con La sociedad invisible y ésta, a su vez, unida a la Ética de la hospitalidad mostrarían tres vías diferentes para tratar de entender la complejidad del tiempo presente.

“Este libro pretende sumarse a esa expedición en busca del sentido y la inteligibilidad del mundo actual”, afirma el autor en su introducción y añade que los tres libros anteriormente citados “pretenden pensar la articulación de ética, política y sociedad en el horizonte del mundo contemporáneo. Podría hablarse de una trilogía si la expresión no tuviera un tono tan enfático; prefiero presentarlos como tres proyectos que se complementan, perspectivas diferentes sobre una misma realidad, que es la vida práctica y común de los seres humanos”.


Así pues, el filósofo vasco nos expone en la primera parte de su obra Otras formas de observar la realidad social, y a partir de La filosofía como forma de espionaje, incluye la utilidad social de la sospecha y la verdad de la excepción. ¿Qué es mejor, socialmente hablando, una buena observación o una buena crítica que genere nuevas teorías y formule los problemas de diferente manera para que sean posibles nuevas soluciones?. La segunda parte del libro, La nueva invisibilidad social, expone que el hablar de la construcción inconsciente de una sociedad irreal es una gran equivocación, pues deberíamos hablar de una sociedad invisible, como sugiere el título del libro. La inseguridad social, la construcción cultural del miedo, los nuevos espacios políticos, la violencia, la dificultad de protestar, son elementos sobre los que Innerarity reflexiona.

Una tercera y última parte, La intransparencia del porvernir, asegura que el futuro ya no es lo que era y aborda la posibilidad de un futuro alternativo. Que el futuro esté abierto significa que las cosas pueden cambiar. “Una buena sociedad tiene que ser imprevisible, con futuro abierto, posibilidades de disenso y antagonismo, respetuosa con sus propios límites. Hoy tenemos una mayor conciencia de que forma parte de la normalidad política abierta una cierta ingobernabilidad”, dice. Pero mientras, rasguémonos las vestiduras, los grandes almacenes engullen a miles de personas que sólo pueden sentirse realizadas a partir del consumo. No somos nadie.*